LA PIEDRA DEL REY MORO
Dice la tradición
toledana que en las noches de luna clara y luminosa, se vislumbra una sombra
flotando sobre ella y sus alrededores.
Es el espíritu del príncipe Abul-Walid que sale de su tumba para contemplar las
siluetas de las viviendas, jardines miradores donde cada noche paseaba con su
amada reflejados en el resplandor lunar.
Yahia recurrió a la amistad que le unía a Alfonso con su abuelo
Al-Mamun ofreciéndole tributos, pero nada de ello hizo ablandar el corazón de
Alfonso, que estaba ansioso por recuperar la ciudad que tanto bienestar le
había ofrecido.
Su única solución fue
enviar mensajeros al otro lado del estrecho, al norte de África. Los reyes
africanos escucharon la petición y antes de mandar ayuda decidieron enviar un
mensajero para evaluar la situación y las necesidades reales, así les seria más
fácil a la hora de saber que cantidad de ayuda mandar. La elección recayó sobre
el joven guerrero Abul-Walid. Cuando el joven príncipe llegó a Toledo, este fue
tratado como un héroe, ya que realmente sería su única salvación. Es por
ello que desde que Abul llegó no
pararon de rendirle en su honor fiestas, torneos y grandes alabanzas, pero lo
que realmente llamaba la atención del joven no eran las fiestas en su honor si
no la joven y bella hermana de Yahia que día tras día ambos iban fijando mas
minutos sus miradas en el otro. Así de esa forma los dos jóvenes se fueron
conociendo y poco a poco enamorando,hasta que un día decidió que debía regresar a realizar su cometido.
La última noche antes de su partida
los dos jóvenes se juraron amor eterno, ella le juró que le esperaría hasta que
viniera y él le juró que regresaría y esta vez sería para no marcharse más de
su lado.
Mientras Abul se hallaba en África
reclutando gente y preparando todo lo necesario para volver a Toledo en ayuda de su amigo Yahia y con él más íntimo
deseo de volver a ver a su amada, Alfonso VI se apoderó de la ciudad, que no
pudo resistir por más tiempo, Yahia tuvo que abandonar la ciudad pero no pudo
llevarse a su hermana que había enfermado y al ver la tardanza de su amado,
murió de pena. Pero antes de su muerte a un esclavo que desde pequeña le había
atendido le dejo un último legado, que le dijera que había muerto pensando en
él, pero que no intentara tomar la ciudad que se olvidara de ella y regresara a
África.
No había pasado mucho tiempo cuando
apareció ante Toledo un numeroso y espectacular ejército Sarraceno, sin saber
que la ciudad se hallaba en manos de los Cristianos, era Abul-Walid que después
de resolver graves asuntos y de salir de una grave enfermedad se había repuesto
para volver a estar junto a su amada.
Al
llegar junto a Toledo las malas noticias llegaron a él, la ciudad había sido
tomada por los cristianos, y la peor de
las noticias en Esclavo de Sobeyha le trascribía las palabras que había
pronunciado su amada antes de morir, Abul se quedó muy triste y lejos de hacer
caso a su amada acampo en los alrededores de Toledo, con intención de recuperar
aquella ciudad que tantos buenos momentos le habían dado y que daba sepultura a
su amada.
Los
ejércitos de Abul ocuparon los alrededores de Toledo, al otro lado del río,
junto a los ahora llamados cigarrales y
Academia de Infantería., y junto a sus generales empezó a estudiar las posibles
ofensivas, esto llevo varios días, por las noches en la peña más alta donde estaban acampados
los musulmanes dicen que noche tras noche se veía la figura de Abul, mirando
cada calle de Toledo por donde había paseado con su amada. Rápidamente los
cristianos empezaron a temer la entrada de Abul ya que los comentarios eran
diarios entre los ciudadanos, algunos decían que medía dos metros, otros que era más fuerte que un
oso y día tras día eran más los temerosos a los árabes.
Por esto Ruiz Díaz de
Vivar (El Cid) que se encontraba en Toledo ideo un plan, y
así se llevó a cabo. Una noche a favor de la oscuridad y sin que nadie lo
esperase, se adelantó a las intenciones enemigas y salió de las murallas de
Toledo con un numeroso ejército, con mucho sigilo ataco a los musulmanes sin
que nadie lo esperara, las sombras fueron sus más firmes aliadas pues los moros
llegaron a pelearse entre sí. Peña del Rey Moro
A la mañana siguiente, los musulmanes
se dieron cuenta de su desastre y lo peor es que encontraron a su rey muerto,
su cuerpo estaba cubierto de heridas y una flecha había travesado su corazón.
Los árabes se rindieron ante el Cid y este los dejo volver a África, antes de
irse a su rey lo enterraron en aquellas peñas, concediéndole el deseo de
permanecer eternamente en ese lugar para poder contemplar aunque fuera de lejos
la ciudad que acogió a su amada.
Pero la historia no acaba ahí, dicen
los Toledanos que las noches de luna, al mirar a las piedras desde Toledo se ve
el cuerpo del rey moro subida en la peña observando las calles y torreones de
Toledo, por donde paseaba con su amada.
Redactor: Pablo Lugo Lugo.
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